Estamos acostumbrados a oír hablar del síndrome postvacacional pero… ¿realmente existe este síndrome? Vamos a ver diferentes cuestiones relacionadas con esto.

La psicología utiliza la palabra síndrome para englobar varios síntomas psicológicos que suele aparecer simultáneamente ante determinadas circunstancias o características personales. Se supone que de esta manera puede abreviar y dar mayor eficacia a la comunicación entre profesionales. Sin embargo, como toda generalización supone perder los detalles y las diferencias individuales. Además, promueve una actitud más pasiva en el afrontamiento de este periodo del año. “Qué pereza ir a trabajar. Será el síndrome postvacacional, iré amargado y ya está”.

Incluso podemos verlo en los medios como “depresión o estrés postvacacional”, lo que nos añade la carga que estas palabras suponen en nuestra mente. Tanto “depresión” como “síndrome” como “estrés” nos suenan a algo clínico, enfermedad, problema… vamos una losa que se nos echa encima difícil de quitar.

Tanto “depresión” como “síndrome” como “estrés” nos suenan a algo clínico, enfermedad, problema.

Según la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés: Estrés (o síndrome, o depresión) postvacacional son términos que hacen referencia al proceso de estrés que tenemos que afrontar tras las vacaciones, para readaptarnos de nuevo a las obligaciones laborales (o escolares), al cambio de estilo de vida que supone, etc. Son términos surgidos de manera popular. No existe un consenso de especialistas que haya definido el síndrome postvacacional”.

Los síntomas suelen describirse como: insomnio, falta de concentración, sentimientos frecuentes de tristeza o falta de motivación por las tareas, sensaciones de ansiedad alta, etc. Todo ello es muy lógico si pensamos en lo que supone volver a la actividad laboral tras un tiempo (mínimo 10 días de vacaciones para que sea significativo el tiempo de cambios de rutina) en el que los horarios de sueño se han modificado, la sensación de obligación, prisa se han reducido, la concentración se ha dirigido a focos diferentes a las tareas laborales, hemos pasado mayor tiempo en casa o en familia, etc.

El cuerpo y mente necesitan un proceso de adaptación a estos cambios. Nos parece, por tanto un termino mucho más útil mentalmente el de adaptación postvacacional. No tiene connotaciones negativas, es algo pasajero y hasta positivo. Adaptarse a algo conlleva un aprendizaje para la mente, y es realmente lo que supone la vuelta a la actividad laboral.

Adaptarse a algo conlleva un aprendizaje para la mente, y es realmente lo que supone la vuelta a la actividad laboral.

Intentemos vivirlo como un proceso afortunado, ya que si el cuerpo se ha deshabituado a trabajar es porque ha tenido suficiente descanso. Probemos a vivirlo como un periodo de cambio en el que podemos aprovechar para evaluar lo que motiva y no motiva de la vuelta a la rutina. Es decir, pararnos a analizar nuestra situación laboral para ser conscientes de lo que nos motiva de volver y disfrutar más de ello. Por ejemplo, la relación con algun@s compañer@s que nos aportan en la parte personal o laboral, el tiempo de transporte que aprovechamos para escuchar música, etc.

Pero también, mediante lo que más nos desmotiva de la vuelta, podemos descubrir lo que nos sobrepasa o carga a lo largo del año. De este segundo listado habrá circunstancias, tareas, condiciones de trabajo que, aun así decidamos mantener ya que modificarlas supondría objetivamente mayor perjuicio para nosotros. Por ejemplo, el horario, los turnos etc., pero nuestra empresa no contempla otras opciones y como me compensa actualmente por otras condiciones, pues decido seguir con ello.

Lo interesante sería llegar a la tercera lista de las que me resultan especialmente desagradables, incluso que, anticipando que hay que volver a ellas tras las vacaciones, tengo sensaciones de ansiedad claras. Entonces puedo dedicar tiempo a buscar alternativas para cada una de ellas. Para ello necesitamos mucha creatividad, a veces un pequeño cambio que no se nos había ocurrido o que parecía raro nos haga posicionarnos de otra manera. Por ejemplo, trabajo de cara al público y estoy desgastada del trato con las personas, me desagrada y sé que no lo estoy controlando bien. Quizá puedo formarme o leer sobre algún aspecto nuevo de habilidades de atención al cliente que me aportará nuevas herramientas y motivación a mejorar mis competencias profesionales.

El periodo de adaptación postvacacional puede durar unas dos o tres semanas por lo que a lo largo de ellas puedo ir reflexionando sobre estas listas y progresivamente ir tomando decisiones sobre ellas.

Por ultimo: Ánimo y confianza en nuestros mecanismos naturales de adaptación, funcionan realmente. Lo que los primeros días se nos hace un mundo, una vez adquirido de nuevo el hábito se realiza automáticamente. Si necesitas ayuda profesional para afrontar esta adaptación, puedes consultarnos tu situación y te aconsejaremos según tu caso, sin compromiso alguno.