Categoría: Emociones

CÓMO MEJORAR LA AUTOESTIMA EN LA FAMILIA

Las familias actuales estamos frecuentemente preocupadas por la autoestima de nuestros/as hijos/as. En la sobre-exigencia que tenemos como educadores/as, nos imponemos favorecer que todo vaya bien en la crianza y desarrollo de nuestras criaturas. Intentamos fomentar que tengan autonomía, sean inteligentes, buenos deportistas, con buena capacidad de concentración, que sepan resolver problemas, sociables….y un largo etcétera. Demasiado, ¿verdad?

Hoy queremos ayudaros a simplificar, si queremos centrarnos en el factor de protección más importante para que sean adultos/as sanos/as emocionalmente, centrémonos en que tengan UNA AUTOESTIMA SANA. Tener una valoración de nosotros/as mismos/as equilibrada y sana nos va a proteger de muchos factores de riesgo en la adolescencia y la vida adulta (problemas con las redes sociales, con el consumo de sustancias y otras conductas de riesgo, la satisfacción con nuestro cuerpo, estudios y trabajo….) Por eso es muy importante que nuestra energía como progenitores se centre en ella.

Pero, a todo esto… ¿Qué es la autoestima? A lo largo de nuestro desarrollo vamos generando una imagen mental de nosotros/as mismos/as. Podemos llamar a esto, AUTOCONCEPTO. Son pensamientos, imágenes, sensaciones de cómo somos: nuestra imagen física, nuestras habilidades para relacionarnos, nuestra capacidad intelectual, nuestra capacidad de sufrimiento, etc. La autoestima es la percepción subjetiva o valoración que hacemos de ese autoconcepto. Por ejemplo, un niño puede tener el concepto de sí mismo de que es algo introvertido o “tímido”, porque ha recibido ese feedback de otras personas, familia, conocidos, otros/as niños/as (las verbalizaciones sobre nosotros/as son la principal fuente de información para formar nuestra autoestima). Esta “etiqueta” formaría parte de su autoconcepto, pero luego puede tener una valoración serena de esta característica, como “ser tímido es bueno porque te evita algunos problemas” o por el contrario teñir esta etiqueta de negativo “ser tímido es algo malo, los demás no te aceptan…”. Esta valoración positiva o negativa es realmente la autoestima.

La autoestima es la percepción subjetiva o valoración que hacemos del autoconcepto.

La autoestima se va enriqueciendo rápidamente durante la infancia y adolescencia, a partir de la juventud o inicio de vida adulta se consolida, se estabiliza. Aunque puede ir variando a lo largo de toda la vida, según las experiencias que vamos viviendo y la estructura cognitiva que tengamos previamente. Por eso la importancia de los primeros años de vida en la formación de la autoestima. Volviendo a nuestro ejemplo anterior, este niño que se valoraba como tímido y no le gustaba nada esta característica de sí mismo, seguramente al enfrentarse a situaciones sociales tienda a tener experiencias menos satisfactorias ya que parte de esa estructura de pensamiento. Por eso la autoestima determina tanto nuestro comportamiento y tiende a ir buscando pruebas a favor de que soy “tímido”.

Necesitamos una autoestima con unos pilares firmes, es decir con algunas características de nosotros/as mismos/as que valoremos como positivas, es decir, tener claras nuestras potencialidades. También es necesario ser conscientes de algunas debilidades, aceptarlas, y apoyándonos en nuestros pilares (potencialidades) ser capaces de mejorarlas, si nos apetece.

Siguiendo con la comparación arquitectónica; los cimientos básicos que podemos construir las familias y educadores para sostener estos pilares de la autoestima son:

Las familias podemos potenciar en nuestros/as hijos/as este cimiento («soy digno de que me quieran»)::

  1. Demostrándole afecto tanto verbalmente como a través del contacto físico. La autoestima física, que tantos problemas nos da en la adolescencia, comienza a fortalecerse desde los besos y caricias que damos al bebé y les decimos que nos gustan sus pies, sus bracitos…
  2. Dedicándoles tiempo de calidad. En el que tengan atención exclusiva, se sientan mirados por cómo son. “Mi madre juega conmigo sin distracciones y se lo pasa bien porque soy divertido”.
  3. Estima incondicional: haga lo que haga, obtenga los resultados que tenga, siempre podrá contar con sus progenitores.
  4. Que sienta que es singular y especial. Es bueno destacarle sus cualidades de vez en cuando en privado.
  5. Elogiarlo de manera concreta: «Me gusta mucho los colores que has utilizado y cómo lo has sombreado» mejor que decir elogios globales «Qué bonito tu dibujo».
  6. Expresarles emociones positivas que ellos nos despiertan sin PEROS «!Que guapo eres¡ PERO si te cortaras el pelo» «!Que listo eres¡, PERO si no fueras tan vago» La segunda parte de la frase estropea la primera.
  7. Expresar emociones negativas de forma adecuada, es decir, ser descriptivo en cuanto al comportamiento y proponer alternativas. No ayuda decir: «Esto es un desastre, eres un vago, yo no te entiendo, no me esperaba esto de ti». Pero sí el decirlo de esta manera: «Tus notas son verdaderamente malas, estoy muy enfadada, debemos buscar una solución».

En general, las familias actuales cubrimos muy bien esta parte afectiva y de refuerzo de capacidades, sin embargo, vemos que nos cuesta más el segundo cimiento. Vamos a describirlo.

No sólo hay que decirle a nuestro/a hijo/a que es muy guapo/a y le queremos mucho, para subirle la autoestima, tenemos que desarrollar en ellos/as una seguridad personal que se base en una confianza en sí mismo, que sepa que es una persona competente y capaz. Si no su autoestima es de «cartón piedra» que a la menor dificultad se rompe.

Tenemos que desarrollar en ellos/as una seguridad personal que se base en una confianza en sí mismo.

Para fortalecer la autoestima de nuestros/as hijos/as, en el segundo cimiento «Soy capaz y competente», las familias podemos aportar mucho:

  1. Organizar sus actividades de manera que tengan más oportunidades de finalizarlas orgulloso/a de lo que ha hecho. Es mejor fraccionar la actividad en pasos más pequeños, ya que cuando el/la niño/a se ve inmerso en una actividad complicada, suele abandonar. Como por ejemplo, que recoja todo el cuarto, sin proporcionarle pistas sobre los pasos a seguir.
  2. No darle todo hecho, darle responsabilidades acorde a su edad.
  3. Darle varias opciones para que él pueda elegir. «Ahora te lavas, ¿que prefieres ducharte o bañarte?» Darle oportunidades de elección en cuestiones personales tales como su ropa, sus juguetes… según su nivel de desarrollo. “Hoy te toca colocar tu armario, ¿cuando te viene mejor a lo largo del día?
  4. Ayudarle a ver las consecuencias de su comportamiento. Sin juzgar. “¿Por qué crees que se ha roto el juguete? ¿Podías haberlo cuidado mejor? ¡Qué pena que te quedes sin él con lo que te gustaba! ¿Cómo podrías repararlo?
  5. Que tome conscientemente sus decisiones, sopesando distintas posibilidades, prever consecuencias, elegir con relación a una escala de valores. “Entiendo que quieras dejar los deberes para el domingo por la noche porque ahora te da pereza, ¿qué pasará si el domingo por la noche también te da pereza? A ti te gusta llevar los deberes bien hechos, ¿Qué crees que es mejor para ti?”
  6. Enseñarle mejores métodos de resolver los problemas. Si al niño se le plantea un problema, no ofrecerle consejo de manera inmediata. Pues, aunque a corto plazo resulta más cómodo, a largo plazo es mejor que él adquiera una sensación de poder resolver sus problemas. En el ejemplo anterior, a partir de cierta edad (8-9 años), permitirle que lleve a cabo su decisión aunque no sea la que nosotros hubiéramos elegido. También permitirle que reviertan en él las consecuencias, claro. Es decir, no ponernos a ayudarle con los deberes el domingo a las 10 de la noche porque ha elegido esa opción. Decirle “no pasa nada haz lo que puedas, tendrás tus consecuencias por no llevar los deberes y el próximo fin de semana lo verás de otra manera, todos aprendemos”
  7. Mostrarle cómo comportarse cuando está angustiado, de manera que no pierda el control de sí mismo, ayudarle a controlar sus emociones de rabia, frustración, miedo, aceptar sus sentimientos. En lugar de “No me grites” cambiarlo por “No me gusta cómo me están hablando, creo que estás muy enfadada, cuando se te pase un poco me lo cuentas bien” Entender que tengan emociones intensas, pero no permitir que influyan negativamente en los otros.
  8. Entrenar al niño en cómo puede influir en los demás de manera positiva, es decir saber cómo tratar a los demás (esperar su turno, no interrumpir, hacer que los demás no se sientan incómodos…). Empatizar con los sentimientos de los demás y saber cómo respetarlos, nos ayuda a sentirnos bien con nosotros/as mismos/as.
  9. Ayudarles a establecer límites para él/ella y para los/as demás. Poner límites no es sólo poner normas, es saber decir que no cuando algo no nos es favorable. Si no somos capaces de establecer límites o espacios diferenciados como adultos, pareja, etc en el futuro ellos/as tampoco sabrán poner sus propios límites en las relaciones con los/as demás. La tolerancia a la frustración, es decir “quiero algo, pero no lo puedo conseguir ahora”, es una de las habilidades más útiles para generar una sana autoestima: “quiero tener un cuerpo como ese chico del video de TikTok, pero igual no lo consigo nunca” Lo encajaré mejor y pondré en marcha estrategias para relativizar su importancia, si no me desborda la frustración en ese momento.
  10. Que se enfrenten a cuestiones de su exclusiva responsabilidad. Ej. Ir a comprar el pan, ir solo/a al colegio o al menos una parte del trayecto, prepararse su mochila (desde 1º de infantil pueden hacerlo, tienen capacidad de ir pensando que llevan en la mochila y revisarlo, aunque nos veamos en 2º de ESO revisándoles la mochila por miedo a que se vean sin algo importante y lo pasen mal. Les dejamos a veces, poco recorrido en sus conductas para que se sientan orgullosos/as de cuidarse solos/as.

Esperamos haberos invitado a reflexionar sobre lo que estamos invirtiendo a favor y en contra de la autoestima sana de nuestros/as hijos/as. Si te interesa este tema o quieres preguntarnos alguna duda, te invitamos a que comentes en nuestras redes sociales o te pongas en contacto con nosotros/as para ver tu necesidad más personal.

NORMALIZAR LA TERAPIA SEXUAL: ¿QUÉ ES Y POR QUÉ IMPORTA?

Antes de empezar… dos aspectos importantes:

  1. La sexualidad humana es bien distinta a la reproducción humana, aunque hay quien piensa que se hace de la misma manera.
  2. La parte más importante de nuestro cuerpo para disfrutar del sexo se sitúa por encima de los hombros.

Dicho esto… entonces ¿qué es un problema sexual? Bueno, esta es una cuestión nada fácil de resolver dado que no hay un criterio único. Los términos “normal” y “no normal” en sexualidad están cargados de valores y estos valores, presentes en la diversidad de grupos humanos, en las variables culturales, en los avances científicos y tecnológicos; cambian a gran velocidad, como tantas otras cosas en nuestra sociedad.

La parte más importante de nuestro cuerpo para disfrutar del sexo se sitúa por encima de los hombros.

En nuestro equipo consideramos que el criterio más adecuado para la consideración Problema – No Problema en el área sexual es la dimensión Satisfacción – No Satisfacción. Esto quiere decir que una persona tiene un problema sexual cuando sus relaciones, sus necesidades, sus deseos, en resumen, su vida sexual no es gratificante, no está satisfecha con ella. La infelicidad, el malestar, la insatisfacción serán la señal de alarma que nos debería mover a pedir ayuda profesional.

Esto se hace extensivo a la pareja porque el bienestar individual se hace más placentero si se comparte, de manera que nuestra propia satisfacción sexual se vería afectada negativamente por la ausencia de una gratificación similar en la persona con la que compartimos tantas otras cosas.

Vamos a tratar de exponer a continuación una rigurosa clasificación de los trastornos sexuales. Para ello trataremos de no usar tecnicismos innecesarios, y no haremos una descripción detallada de disfunciones y parafilias de nombres complicados y escasos casos reales.

  • Trastornos del deseo sexual: En este caso tenemos deseo sexual hipoactivo, es decir bajo deseo sexual y trastorno por aversión al sexo, cuando se rechaza cualquier contacto o cualquier actividad relacionada con el sexo.
  • Trastornos de la excitación sexual: Aquí podemos diferenciar entre el trastorno de la excitación sexual en la mujer, lo que antiguamente se llamaba frigidez y que consiste en la falta de respuesta adecuada ante un estímulo sexual y el Trastorno de la erección en el hombre, la mal llamada impotencia, que actualmente describimos como disfunción eréctil.
  • Trastornos del orgasmo: Que en el caso femenino se basa en la imposibilidad para conseguir el orgasmo y en el Trastorno orgásmico masculino tenemos, por ejemplo la eyaculación retardada, que se trata de un exceso de control involuntario sobre el reflejo eyaculatorio y la Eyaculación precoz, que es prácticamente lo contrario al anterior, es decir, la falta de control voluntario sobre el reflejo eyaculatorio.
  • Trastornos sexuales por dolor: Aquí podemos hablar de Dispareunia o dolor en el coito por muy diversos motivos (muy frecuentemente por falta de lubricación) y del Vaginismo, que es la dificultad o imposibilidad de penetración por espasmo de los músculos vaginales que guardan la entrada.
  • También existen los trastornos sexuales debidos a una enfermedad médica y que van desde enfermedades neurológicas, como endocrinas, vasculares.. y que provocan algunos de los trastornos que hemos expuesto anteriormente.
  • Parafilias: Aquí englobamos distintos tipos como Exhibicionismo, Fetichismo, Frotteurismo, Pedofilia, Masoquismo sexual, Sadismo sexual, Fetichismo travestista, Voyeurismo…
  • Trastorno de la identidad sexual: que se puede dar en la niñez, en la adolescencia o en la vida adulta, cuando se experimenta un acusado malestar con la propia identidad sexual.

Una vez vista toda esta clasificación, ¿CÓMO SE REALIZA LA TERAPIA?

El terapeuta seguirá unos pasos que podrían resumirse en:

  • Crear una buena relación terapéutica: Hablar de nuestra sexualidad produce pudor y crea una situación tensa e incómoda. Un profesional con experiencia conseguirá que este momento de apuro se convierta en un momento de liberación, porque la persona se va a sentir comprendida, no juzgada y apoyada para el cambio.
  • Evaluar cuáles son los factores que originan y mantienen los problemas. Hacer un análisis exhaustivo de todas las variables que intervienen en el origen y en el mantenimiento del problema, formular hipótesis explicativas y someterlas a prueba hasta poder confirmarlas.
  • Explicación pedagógica de por qué ocurren y se mantienen los problemas. En un tema como el de la sexualidad humana todavía causa asombro la cantidad de desinformación que existe. Los mitos y las creencias erróneas están tan extendidos que una explicación profesional y adecuada a cada caso es muchas veces suficiente para lograr un gran avance en la resolución del problema.
  • Marcar unos objetivos a alcanzar mediante el tratamiento: De acuerdo con las características individuales, con los deseos personales y siempre de mutuo acuerdo terapeuta-paciente.
  • Diseñar un tratamiento adecuado a las necesidades y peculiaridades de cada persona tanto para resolver los problemas presentes como para realizar una labor de prevención sobre futuros problemas.
  • En la parte final, diseñar un programa de prevención de recaídas y de mantenimiento de los logros alcanzados en la terapia.

Si piensas que tu vida sexual no es satisfactoria, probablemente no lo sea. El paso del tiempo no va a solucionar las dudas ni el problema. Te mereces una oportunidad de cambio.

Y, como siempre, si necesitas aclaraciones o tienes preguntas, no dudes en contactar con nosotros.

¿POR QUÉ LOS DEMÁS PADRES Y MADRES EDUCAN MEJOR QUE YO?

Cuantas veces nos hemos hecho esta pregunta en nuestra labor de crianza y educación, principalmente en situaciones límite. Un ejemplo, ante una rabieta de nuestr@ hij@ en plena calle, nos pasa por la mente el pensamiento automático: “Todos están pensando que no me hago con él/ella. A l@s demás no les pasa. Debería saber qué hacer”.

Pues tranquilos que esto es un efecto psicológico de nuestro pensamiento que se llama sesgo de comparación y os vamos a contar algunas cosillas del mismo. Los sesgos cognitivos son un término psicológico que se refiere a los atajos mentales en nuestro pensamiento que nos llevan a percibir la realidad de forma distorsionada. La complejidad de nuestra mente y de nuestra percepción de la realidad genera algunos pensamientos automáticos, rápidos que, en algunas ocasiones no favorecen que optemos por la mejor solución posible, sino que nos dificultan el procesamiento de la información que recibimos ya que conllevan sentimientos negativos, de bloqueo, culpa, angustia… lo que viene siendo que nos sentimos mal por ello.

Para entendernos, en la situación “extrema” de rabieta de libro ante la puerta del colegio, el pensamiento más adaptativo sería algo así como “esto es una rabieta, es frecuente que pase con esta edad, voy a ser capaz de mantener yo la calma y pensar como la gestiono de la mejor manera posible para el niño”. Entonces, ¿por qué nuestra mente no suele generar este pensamiento? Porque ante la ansiedad que nos produce la situación es más fácil que tire por el atajo más rápido y utilice métodos no rigurosos de captación y análisis de la información para simplificar la toma de decisiones.

La ansiedad que nos produce la situación es más fácil que tire por el atajo más rápido y utilice métodos no rigurosos de captación y análisis de la información para simplificar la toma de decisiones.

El concepto de sesgo cognitivo fue introducido por los psicólogos israelíes Kahneman y Tversky en 1972. Cada segundo tu cerebro ejecuta millones de procesos mentales. La probabilidad de que algún sesgo cognitivo influya en tu comportamiento es alta, y, por cierto, ocurre con toda naturalidad. Desde entonces se han descrito unos 200 tipos de sesgos cognitivos. Pero hoy escogemos el sesgo de comparación y en especial cómo nos afecta a la labor como padres o madres. En futuras entradas del blog iremos abordando otros tipos de sesgos.

Observador

¿Por qué ocurre el sesgo de comparación concretamente? Los humanos somos seres sociales, por tanto, evaluamos nuestras propias opiniones, capacidades y habilidades comparándolas con las de los demás. Realmente es algo útil, nos permite aprender de las experiencias de los demás y nos da una referencia de comportamiento en situaciones de alta incertidumbre. Pensemos en otro ejemplo, llegamos a un lugar público muy concurrido y naturalmente tendemos a dirigirnos donde observamos que van los demás. Nos da una referencia y generalmente es el camino adecuado.

Sin embargo, en esta comparación continua, si aparece el sesgo o error de interpretación es habitual que salgamos mal parados. Por ejemplo, llego a un evento al que estaba inseguro sobre la forma de vestir y mi atención se va a dirigir inevitablemente a los que llevan un atuendo contrario al mío, aunque sean minoritarios, por lo que me voy a sentir más inseguro aún.

En la educación de l@s hij@s se suceden tantas situaciones de incertidumbre y necesidad de referencias que es muy frecuente que nos guiemos por la comparación.

“Si los demás padres le dejan tener móvil, yo también debo hacerlo”. En consulta suelo comprobar este sesgo frecuentemente. De la frase de los padres “Todos los de su clase ya tienen móvil, no se va a quedar él aislado”. Al análisis objetivo de la realidad con el adolescente: sólo sabe de unos cuantos que lo tienen, es capaz de decirme algunos nombres de los que no les dejan y de los demás, ni idea”.

Con frecuencia este sesgo nos lleva a tomar decisiones que tiempo después nos damos cuenta que pasaban por encima de criterios educativos o valores claros que teníamos como familia. Insisto en que está bien tener una referencia y un apoyo social en otras personas que están pasando por la misma situación. Pero es recomendable que nos tomemos el tiempo para analizar, lo más objetivamente posible los pensamientos que nos llevan a tomar las decisiones importantes. Igual que en la situación de la vestimenta en un evento, seguramente me estoy comparando de manera sesgada, buscando los ejemplos selectivamente. La clave puede ser: si esa comparación nos genera un sentimiento negativo (culpa, miedo, angustia, vergüenza..) es muy probable que la comparación esté sesgada.

Intentemos pensar de manera más analítica y objetiva, podemos tomarnos ese tiempo.

Busquemos criterios objetivos y razonados. En la labor educativa, es preferible guiarnos por algunos criterios propios y dar coherencia a las diferentes actuaciones a dudar excesivamente y perder la sensación de control de la situación.

Podemos proponerte el siguiente ejercicio: 1. Escribe el pensamiento tal y como pasa por tu cabeza. “Mi hija tarda mucho en hacer los deberes, sus amigas van a más extraescolares y siempre los llevan hechos quedándoles más tiempo libre” Podemos pararnos a dar nombre al sentimiento que nos genera: “Frustración, enfado, agobio”. 2. Después puedo hacerme las siguientes preguntas “¿Puedo probar que ese pensamiento es verdadero, tengo pruebas que TODOS sus amigos tienen más tiempo libre y son más rápidos haciendo los deberes?, ¿Puedo probar que es algo real y tengo que pararme a analizarlo para buscar solución?”. 3. Entonces buscaré soluciones. Se me puede ocurrir: Hablarlo abiertamente con las otras familias de referencia, hacer un registro más exhaustivo del tiempo que tarda mi hija en hacer deberes durante un periodo concreto y quizá la más útil: pedir opinión a su tutor/a si la ve despistada, lenta, excesivamente perfeccionista. Tendré algo más concreto y objetivo sobre lo que buscar soluciones o simplemente manejar mi preocupación personal con ese tema.

pensamiento adaptado

Intentar buscar referencias profesionales, suele ser la mejor opción. Tanto para evaluar objetivamente la situación de tu hija/o , como, si en tu papel como educador/a necesitas asesoramiento o analizar si tus sentimientos de inseguridad se deben a sesgos cognitivos. Los profesionales de la psicología podemos ayudarte a averiguarlo.

¿DECISIONES PRECIPITADAS? 5 FORMAS DE AYUDARTE A TOMARLAS EN EL MOMENTO ADECUADO

Llega el verano y con él ese momento en el que decidimos que, ya que vamos a descansar de nuestra rutina diaria, quizás es el mejor momento para empezar a tomar decisiones sobre todas esas cosas que nos han estado revoloteando por la mente y que nos tienen intranquilos.

Y quizás como planteamiento podría ser correcto pero, no siempre será el mejor momento para tomar las decisiones. A veces, es bueno parar, desconectar también de esos pensamientos que nos han atormentado porque quizás, al dejar de tener nuestras rutinas, tomemos decisiones precipitadas porque esos pensamientos son más persistentes al tener mas tiempo para hacerles caso y, al querer desprendernos de ellos, no lo gestionemos de la mejor manera

Pero tranquilos, no se trata de procrastinar de manera completa. Se trata de darle distancia emocional a esas cuestiones para poder afrontarlas sin distorsiones. Y por eso te proponemos estos 5 consejos.

1 Deja para mañana lo que no puedas gestionar correctamente hoy

Sin más, no pasa nada por parar. Ya sabemos que eso que nos reconcome por dentro nos genera malestar. Que hay cosas que quieres que tengan cambios y que te cuesta que no se den o no sepas como hacerlo. Pero también es cierto que cuando algo nos atormenta en exceso puede hacerlo de forma distorsionada. Que las emociones desagradables que nos generan no sepamos gestionarlas y no distingamos los pensamientos que nos llevan a ellas. Y de ese modo tomar decisiones puede convertirse en un acto impulsivo, nada meditado y que al poco tiempo se convierta en otra cuestión a gestionar.

Cuando algo nos atormenta en exceso puede hacerlo de forma distorsionada. Que las emociones desagradables que nos generan no sepamos gestionarlas y no distingamos los pensamientos que nos llevan a ellas.

Así que no pasa nada porque abandonemos esos pensamientos, temporalmente eso si, no os atormentéis pensando que estáis evitando las cosas. Lo importante es tener claro que solo le estáis dando esa distancia momentánea. Fijad un mejor momento para trabajarlo y poder gestionarlo de una manera más calmada.

2 Mens sana in corpore distraído

Si estamos en la cama y nos duele el cuerpo de estar en la misma posición nos movemos para cambiar de lado. Si me molesta la luz busco la manera de eliminar la fuente que la emite. Al igual que en esas situaciones, si algo está atormentando mi cabeza por mucho rato y emocionalmente no soy capaz de gestionar las distorsiones que me llevan a ese tormento lo mejor es que distraigamos a nuestra cabeza. Y el verano invita a poder encontrar millones de formas de hacerlo. Coge un buen libro y vete a la playa o a la piscina con él, nada y déjate llevar por la sensación del agua fresca en el cuerpo cuando hace calor, sal con amigos o incluso buscad entretenimientos como juegos, actividades acuáticas… ¿O acaso no sois capaces de recordar la sensación agradable al jugar a las palas en la playa o saltando sobre las olas? Esa sensación puede ayudar a apaciguar y dar esa distancia que necesitamos.

3 Lápiz y papel complemento perfecto

Está claro, por mucho que nos distraigamos no ha desaparecido aquello que nos tiene intranquilos. ¿Y qué hago si no puedo estar siempre evitándolo? Bueno, pues démosle su espacio. Dejemos que se exprese de algún modo. Y qué mejor que le demos cabida que en un sitio donde podamos volver a revisar lo que nos está diciendo más adelante, con más distancia, con la posibilidad de poder analizarlo sin distorsiones. Escribamos eso que sentimos, plasmemos eso que pensamos y de dónde viene. Dejemos que se exprese y una vez que lo haya hecho sigamos con el descanso.

Escribamos eso que sentimos, plasmemos eso que pensamos y de dónde viene. Dejemos que se exprese y una vez que lo haya hecho sigamos con el descanso.

4 Todo tiene su fin

Lo decían “Los Módulos” (o “Medina Azahara” en su versión de la misma canción) pero “Todo tiene su fin”. Y hay que tener planificado que hay un momento para gestionar esas cuestiones que nos tienen intranquilos. No podemos evitarlo eternamente. Se trataba de ponerle una pequeña distancia para poder trabajarlo de la mejor manera y tomar las decisiones más adecuadas o al menos, mejor gestionadas. Pero no nos agobiemos. Planificar o poner fecha al trabajo de esto no es motivo para alarmarnos cuando se acerque el momento. Recordad que estaréis mejor preparados, con más descanso, con un espacio donde habréis podido tomar mejor conciencia de esas emociones e incluso las tendréis, si habéis hecho caso al consejo 3, escritas en algún lado. Será el momento de tomar decisiones. De entendernos, de conversar con nosotros mismos, de empatizar con lo que nos pasa y actuar para que esas emociones desagradables que nos estaban diciendo algo se tornen en lo que realmente eran, un aviso de que algo nos estaba moviendo por dentro y necesitábamos actuar.

5 No hay decisión mal tomada sino no tomada.

Bueno, no siempre es el caso, pero si es un mantra a tener en cuenta. La inacción si es una indecisión y por tanto si queremos o buscamos cambios si no hacemos algo eso jamás ocurrirá. Y aquí surge la eterna pregunta que nos hace dudar… ¿y si no es la decisión adecuada? Pues lo descubriremos después, como todo, y tendremos que aceptar la responsabilidad de nuestra decisión. Y si no era lo más adecuado habrá que aceptar que nos equivocamos. Y habrá que gestionar eso pero… ¿acaso hay algún modo de saber qué va a ocurrir después? Seguramente habrá muchos factores que podamos tener controlados, pero también habrá otros muchos que no dependan de nosotros y por tanto se nos escapen. Puedo decidir irme de vacaciones a una zona en la que no suele llover aunque tengo una oferta estupenda en otra en la que si lo suele hacer porque, por norma general eso siempre suele ser así y prefiero que me haga buen tiempo. Y llega el momento de las vacaciones y resulta que la semana que me voy llueve en el sitio elegido mientras que en el otro no. ¿Me equivoqué? Si. ¿Tenía forma de saberlo cuando lo reserve? Seguramente no. Hasta que no ha ocurrido no podíamos saberlo. Por eso no nos preocupemos en exceso. Los “¿Y si…?” pueden ser muchos y el estar pensando en ellos continuamente lo único que consiguen es que nos preocupemos antes de que pasen y si pasan, después de nuevo. Pero si no ocurren nos hemos generado una preocupación previa que era innecesaria y que nos ha generado malestar e intranquilidad. Ya habrá tiempo de ocuparnos de lo que pase.

La inacción si es una indecisión y por tanto si queremos o buscamos cambios si no hacemos algo eso jamás ocurrirá.

Y recordad como siempre, si necesitáis de todos modos ayuda para gestionarlo pedidla. Nosotros estaremos encantados de poder acompañaros en lo que necesitéis.