Categoría: Síndrome

¿POR QUÉ LOS DEMÁS SON MÁS LISTOS QUE YO?

Pues si, ya que se han acabado las vacaciones y casi todos regresamos a nuestras tareas volvemos a la carga con un nuevo síndrome. Hace poco os hablábamos del síndrome postvacacional (perdón, llamémosle adaptación) y existe un síndrome que suele estar presente en casi todos los demás: el “Síndrome del Impostor”.

En su definición, el síndrome del impostor es un fenómeno psicológico por el que la persona cree que no es inteligente, capaz o creativa, a pesar de que las evidencias indican que es hábil, presenta un alto rendimiento y tiene éxito. Es sentirte como un impostor cuando realmente no lo eres.

El síndrome del impostor es sentir que no eres digno de reconocimiento y que estás engañando a la gente cuando no es así.

Esperamos no decepcionarte pero no vamos a entrar a detallar las características, los factores de riesgo, la prevención, etc. etc. Ni siquiera vamos a hablar del Síndrome del Impostor, aunque si queréis saber más de él solo tenéis que preguntar. Vamos a ver un efecto muy interesante y que se relaciona de manera muy divertida con todo esto. Digo divertida porque seguro que vas a identificar a personas de tu entorno en lo que te voy a describir a continuación.

EL EFECTO DUNNING – KRUGER

El efecto Dunning-Kruger es un fenómeno psicológico que debe su nombre a los psicólogos David Dunning y Justin Kruger de la Universidad de Cornell (Nueva York, EE.UU.). Este efecto quedó demostrado en una serie de experimentos cuyos resultados se publicaron en The Journal of Personality and Social Psychology en diciembre de 1999.

El efecto Dunning-Kruger se describe así: las personas con escaso conocimiento tienden sistemáticamente a pensar que saben mucho más de lo que saben y a considerarse más inteligentes que otras personas más preparadas. Lo que llamamos… “el típico listillo”.

Este efecto se basa en los siguientes principios:

1. Los individuos incompetentes tienden a sobreestimar sus propias habilidades.

2. Los individuos incompetentes son incapaces de reconocer las verdaderas habilidades en los demás.

Ambos psicólogos ya habían investigado anteriormente sobre algo conocido, y es que la mayoría de la gente tiende a valorarse a sí misma muy por encima de la media, cuando es estadísticamente imposible. Es difícilmente comprensible que el 98% de los catedráticos de Universidad, según un estudio, esté convencido de que trabaja mejor que los demás.

Los profesores Kruger y Dunning diseñaron un experimento consistente en medir las habilidades intelectuales y sociales de una serie de estudiantes y pedirles una posterior evaluación. Una vez finalizados los test, los resultados fueron reveladores:

– Los estudiantes más brillantes, muy superiores a sus compañeros, estimaron que estaban por debajo.

– Los estudiantes mediocres se consideraron por encima de la media.

– Los estudiantes rematadamente malos se mostraron convencidos de estar entre los mejores: de hecho, cuanto más inútil era el individuo, más seguro estaba de que hacía las cosas bien.

Según la doctora Kruger, los más incompetentes sufrían un doble agravio: “no sólo llegan a conclusiones erróneas y toman decisiones desafortunadas, sino que su incompetencia les impide darse cuenta de ello”.

Ya lo decía Charles Darwin: “La ignorancia engendra más confianza que el conocimiento”.

¿Te suena alguien cercano?. ¿Alguien de tu familia?. ¿Quizás de tu trabajo?. Probablemente sí. “Disfrútalo” desde esta nueva perspectiva. Ahora ya sabes que probablemente el “dime de qué presumes y te diré de qué careces” tiene toda la verdad que llevan muchos de nuestros refranes.

Y además fíjate en la siguiente paradoja: cuando tú sientes el Síndrome del Impostor (recuerda: sentirte incompetente), es posible que estés demostrando justo lo contrario, competencia.

No seas demasiado autoexigente y disfruta de tus logros. Aquellos que pasan por el efecto Dunning –Kruger lo hacen todos los días y sin ningún motivo.

Y si por alguna razón te cuesta digerir todas esas emociones… recuerda que aquí podemos acompañarte a lograrlo.

¿SÍNDROME POSTVACACIONAL? MEJOR LLÁMALO ADAPTACIÓN

Estamos acostumbrados a oír hablar del síndrome postvacacional pero… ¿realmente existe este síndrome? Vamos a ver diferentes cuestiones relacionadas con esto.

La psicología utiliza la palabra síndrome para englobar varios síntomas psicológicos que suele aparecer simultáneamente ante determinadas circunstancias o características personales. Se supone que de esta manera puede abreviar y dar mayor eficacia a la comunicación entre profesionales. Sin embargo, como toda generalización supone perder los detalles y las diferencias individuales. Además, promueve una actitud más pasiva en el afrontamiento de este periodo del año. “Qué pereza ir a trabajar. Será el síndrome postvacacional, iré amargado y ya está”.

Incluso podemos verlo en los medios como “depresión o estrés postvacacional”, lo que nos añade la carga que estas palabras suponen en nuestra mente. Tanto “depresión” como “síndrome” como “estrés” nos suenan a algo clínico, enfermedad, problema… vamos una losa que se nos echa encima difícil de quitar.

Tanto “depresión” como “síndrome” como “estrés” nos suenan a algo clínico, enfermedad, problema.

Según la Sociedad Española para el Estudio de la Ansiedad y el Estrés: Estrés (o síndrome, o depresión) postvacacional son términos que hacen referencia al proceso de estrés que tenemos que afrontar tras las vacaciones, para readaptarnos de nuevo a las obligaciones laborales (o escolares), al cambio de estilo de vida que supone, etc. Son términos surgidos de manera popular. No existe un consenso de especialistas que haya definido el síndrome postvacacional”.

Los síntomas suelen describirse como: insomnio, falta de concentración, sentimientos frecuentes de tristeza o falta de motivación por las tareas, sensaciones de ansiedad alta, etc. Todo ello es muy lógico si pensamos en lo que supone volver a la actividad laboral tras un tiempo (mínimo 10 días de vacaciones para que sea significativo el tiempo de cambios de rutina) en el que los horarios de sueño se han modificado, la sensación de obligación, prisa se han reducido, la concentración se ha dirigido a focos diferentes a las tareas laborales, hemos pasado mayor tiempo en casa o en familia, etc.

El cuerpo y mente necesitan un proceso de adaptación a estos cambios. Nos parece, por tanto un termino mucho más útil mentalmente el de adaptación postvacacional. No tiene connotaciones negativas, es algo pasajero y hasta positivo. Adaptarse a algo conlleva un aprendizaje para la mente, y es realmente lo que supone la vuelta a la actividad laboral.

Adaptarse a algo conlleva un aprendizaje para la mente, y es realmente lo que supone la vuelta a la actividad laboral.

Intentemos vivirlo como un proceso afortunado, ya que si el cuerpo se ha deshabituado a trabajar es porque ha tenido suficiente descanso. Probemos a vivirlo como un periodo de cambio en el que podemos aprovechar para evaluar lo que motiva y no motiva de la vuelta a la rutina. Es decir, pararnos a analizar nuestra situación laboral para ser conscientes de lo que nos motiva de volver y disfrutar más de ello. Por ejemplo, la relación con algun@s compañer@s que nos aportan en la parte personal o laboral, el tiempo de transporte que aprovechamos para escuchar música, etc.

Pero también, mediante lo que más nos desmotiva de la vuelta, podemos descubrir lo que nos sobrepasa o carga a lo largo del año. De este segundo listado habrá circunstancias, tareas, condiciones de trabajo que, aun así decidamos mantener ya que modificarlas supondría objetivamente mayor perjuicio para nosotros. Por ejemplo, el horario, los turnos etc., pero nuestra empresa no contempla otras opciones y como me compensa actualmente por otras condiciones, pues decido seguir con ello.

Lo interesante sería llegar a la tercera lista de las que me resultan especialmente desagradables, incluso que, anticipando que hay que volver a ellas tras las vacaciones, tengo sensaciones de ansiedad claras. Entonces puedo dedicar tiempo a buscar alternativas para cada una de ellas. Para ello necesitamos mucha creatividad, a veces un pequeño cambio que no se nos había ocurrido o que parecía raro nos haga posicionarnos de otra manera. Por ejemplo, trabajo de cara al público y estoy desgastada del trato con las personas, me desagrada y sé que no lo estoy controlando bien. Quizá puedo formarme o leer sobre algún aspecto nuevo de habilidades de atención al cliente que me aportará nuevas herramientas y motivación a mejorar mis competencias profesionales.

El periodo de adaptación postvacacional puede durar unas dos o tres semanas por lo que a lo largo de ellas puedo ir reflexionando sobre estas listas y progresivamente ir tomando decisiones sobre ellas.

Por ultimo: Ánimo y confianza en nuestros mecanismos naturales de adaptación, funcionan realmente. Lo que los primeros días se nos hace un mundo, una vez adquirido de nuevo el hábito se realiza automáticamente. Si necesitas ayuda profesional para afrontar esta adaptación, puedes consultarnos tu situación y te aconsejaremos según tu caso, sin compromiso alguno.